El noroeste vitícola de principios del siglo XIX -I-

Sorprendentemente, mientras que en la mayoría de comarcas vitícolas de España el período comprendido entre el Catastro de Ensenada en 1755 y los Amillaramientos de 1851 existe un gran vacío de información sobre la evolución de la superficie vitícola, que ha dado lugar a la elaboración de diversos modelos matemáticos para analizar dicha evolución, en nuestra comarca disponemos decierta información que nos permite llenar ese vacío estadístico.

Nuevamente son los Interrogatorios fiscales de 1803 (Bullas, Cehegín y Moratalla) y el Catastro de la riqueza de 1819 (Caravaca) los que iluminan la oscuridad en los pueblos vitícolas del noroeste murciano.

Recurrimos otra vez al análisis realizado de los interrogatorios y el catastro en la obra de Gregorio Sánchez Romero, “Revolución y Reacción en el Noroeste de la Región de Murcia (1808-1833)”, págs. 72 a 103, para analizar los datos de esta evolución en el período que nos ocupa.

Según los datos que nos ofrece este autor, el viñedo ocupaba en la primera mitad del siglo XIX un 5,2% de la superficie cultivable en los pueblos del noroeste analizados. En el Interrogatorio de 1.803 el municipio de Bullas fijaba en el 14,6% de su terrazgo la superficie de la vid, Cehegín hacía lo propio en el 34,5% y Moratalla apenas lo fijaba en un marginal 0,5%. Por su parte, Caravaca lo establecía en el 5,8% del Catastro de 1819 y Calasparra en el 2,5% ya en su Amillaramiento de 1861. Nuevamente, quedan fuera del análisis las tierras altas de Lorca, las zonas de Totana y Cieza dentro de nuestra comarca, así cómo los pueblos de Ricote, Mula y Pliego.

En Caravaca la superficie ocupada por el viñedo en 1819 era de 2.394 fanegas, de las cuales 1.935 fanegas en el regadío, 4,7% de las tierras cultivadas, y 459 fanegas en el secano, 1,12% de lo cultivado. Observamos una disminución en la superficie total del viñedo  de unas 907 fanegas frente a los datos del Catastro de Ensenada de 1755, cuando el viñedo ocupaba un total de 3,441 fanegas, con 3.406 fanegas en el regadío, 8,6% de los cultivos, y 35 fanegas en el secano, 0,1% de los cultivos. En concreto, el viñedo disminuyó en el regadío un total 1.331 fanegas pero por el contrario aumentó en el secano en 424 fanegas. En el regadío el viñedo sufrió su disminución en favor principalmente del olivar, y en menor medida del cáñamo, frutales y hortalizas.

Mientras tanto, en el resto de la comarca sí que la vid veía incrementarse su superficie, tal vez a costa del viñedo caravaqueño. Bullas y Cehegín principalmente, perto también Moratalla, lideraban este aumento continuado hasta el colapso de la filoxera a principios del siglo XX.

De los datos expuestos destaca el papel de Cehegín como capital comarcal del vino sustentada en su extensa producción vitícola de regadío, es más, frente a los datos del Catastro de Ensenada de 1755, observamos un ligero incremento del 3,6% de la superficie del viñedo. Sin embargo, las tierras destinadas al viñedo eran las de peor calidad por eso, según las respuestas al interrogatorio dadas por las autoridades municipales, los vinos eran deficientes -«… con la advertencia de que el vino es de inferior calidad con respecto a la inferior calidad de las tierras que lo producen«, Interrogatorio de 1803. Cehegín.

En Bullas mantenía su pujanza la superficie vitícola con un 14,6%, sufirendo un ligero incremento de 2,47 puntos % desde los 12,13% declarados en el Catastro de Ensenada de 1.755. Sin embargo, el viñedo local había sufrido una gran transformación pasando del regadío -donde ocupaba el 94,59% de las tierras de regadío en 1.755- a las tierras de secano en la segunda mitad del siglo XVIII. Una verdadera revolución vitícola que ayudó debidamente a mejorar la calidad de los caldos locales, apostando de esta manera por el «estilo de Moratalla» basado en la producción en secano. No es el momento de analizar las causas de este cambio revolucionario pero no renunciamos a plantear la cuestión: ¿apuesta por mejorar los caldos o desplazamento de la vid en el regadío por otros cultivos más rentables? Los pocos viñedos que todavía quedaban en tierras de regadío eran regados sólo en invierno cuando había agua, de lo contrario se quedaban sin regar «… mucha parte de unas y otras«, Respuesta a la cuestión 32 del Interrogatorio de 1803.

Con esta superficie de vid Bullas había producido entre los años 1788 y 1796 (unos ocho años con la excepción de 1794) un total de 206.651 arrobas de vino que habían sido exportadas casi en su totalidad, quedando sólo en la villa unas 12.841 arrobas que habían sido transformadas, la mayor parte, en aguardiente, según nos cuenta Juan González Castaño en “Bullas durante el siglo XVIII” recogido en Bullas, Introducción a su historia, 1.984, pág. 49, quien al parecer extrae los datos del Interrogatorio de 1803. Bullas.

Sorprenden los datos de Moratalla –¿hasta qué punto son ciertos?– con un escasísimo 0,5 de las tierras en cutivo, dada cuenta de la alabada calidad de sus vinos y la exportación al extranjero de los mismos. En este punto recordar lo que decían autores cómo el escritor Fernando Hermosino Parrilla (1735 ), el geógrafo Bernardo Espinalt  (1778), de Antonio Marin (1788), de Antonio Vegas (1795) o de Francisco de Paula  (1845) -véase, La calidad de los vinos de Moratalla.

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