Secuencias que se repiten en el tiempo

A lo largo del siglo XX se vivieron diversos ciclos de bonanza/crisis en el sector vitivinícola nacional. Si bien cada uno con sus propias causas, no debemos olvidar que las secuencias parecen repetirse pues ante situaciones de bonanza en las que aumenta la demanda de vino, se incrementa la superficie del viñedo y con ello la producción de vino acaban finalizando con una sobreproducción que termina por hundir el mercado.

Estas secuencias conllevan una subida inicial de los precios y márgenes de productores, las bodegas se amplían o surgen otras nuevas, para acabar con la ruina (o dificultades) económicas de productores hasta que finaliza el ajuste y se estabiliza el mercado.

Debemos llamar la atención sobre dos de estas secuencias en las tierras del noroeste, la primera de ellas la del inicio de los años 20 y la segunda la de los años 50.

Al socaire de la bonanza de los años 20, los grandes productores de uva y bodegas de Bullas vieron incrementar sus ventas y sus recursos económicos, sin embargo no hicieron participar de los beneficios a los pequeños y medianos productores de uva pues las bodegas no trasladaron la elevación de márgenes al precio que pagan por la uva. Ello conllevó que estos pequeños y medianos productores reaccionaran y constituyeran unas Bodegas Cooperativas, en el año 1923, para elaborar y comercializar vino directamente.

Por su parte, miembros de las grandes familias bodegueras de la localidad como los Carreño, Martínez, Puerta,… se animan a constituir una Sociedad en común en la Carretera de Murcia, 13, que se encontraba activa en el año 1923.

En la cosecha de 1925 estalla la crisis. Las bodegas de Bullas tienen los depósitos llenos y el mercado se encuentra parado por la sobreproducción de vino. Se avecinan años difíciles y tratan de implicar en la solución del problema a las autoridades locales. El Ayuntamiento es el campo de batalla donde las Bodegas Cooperativas y los grandes propietarios, algo reacios, se enfrentan en una guerra de presiones que culmina con la adopción de medidas proteccionistas para el comercio del vino en la población.

Para los pequeños y medianos viticultores de la localidad el hecho de contar con unas Bodegas Cooperativas les permite sobrevivir dignamente.

Por su parte, los grandes viticultores que también padecen la crisis reaccionan apostando igualmente por la cooperación entre ellos. No dudan en asociarse en torno al Gremio de Productores, Fabricantes y Vendedores de Vino de Bullas en el año 1926.

El inicio de la Guerra Civil pone fin a los proyectos de cooperación entre viticultores de la localidad.

Sin embargo, estas experiencias quedan en el ambiente y nuevamente, cuando se repiten las circunstancias con una nueva secuencia de bonanza/crisis del sector en los años 50, vuelven a tomar cuerpo.

Los pequeños y medianos viticultores de Bullas vuelven a constituirse en cooperativa, esta vez la Cooperativa del Rosario, para participar en los beneficios de un mercado al alza en 1950, si bien algunos años antes ya operaban en asociación. En el año 1953 se produce otra crisis por sobreproducción que pilla a estos viticultores unidos en cooperativa con lo que pueden resistir en buenas condiciones.

Son los grandes viticultores y sus bodegas los que se ven más duramente golpeados por la crisis. Nuevamente apuestan por la cooperación entre ellos y en esta ocasión deciden constituirse ellos también en cooperativa y poner fin a sus propias bodegas, al considerar agotados sus proyectos empresariales. Nace así en el año 1957 la Cooperativa San Isidro de Bullas con la construcción de unas nuevas y más modernas instalaciones, iniciando su producción años más tarde, en concreto en el año 1.964, según se desprende de las Declaraciones individuales de cosechas y existencias de vino (años 1960 a 1974) que obran a los archivos municipales de Bullas, citadas por Jose Luis García Caballero en su trabajo «La vid y el vino en los documentos municipales de Bullas» (2005).

Leave a comment

Your comment