El proceso roturador de fines del s. XVIII

Sustento de la ampliación del viñedo del noroeste, que claramente observamos ya en el siglo XIX, es el proceso de roturación de nuevas tierras de cultivo (ampliación del terrazgo) iniciado a fines del siglo XVIII por cual terrenos montuosos antes dedicados a pastos, pero también a la obtención de otros productos del monte (bosque), pasan a ser cultivables.

No debemos extrañar que lo que hemos llamado «la gran revolución del viñedo» de Bullas, por el cual una viticultura de regadío pasa a ser de secano, esté íntimamente relacionado con este proceso de roturación. Es quizás en este momento histórico cuando la vid penetra en el Valle de Lavia (Cehegín-Bullas).

Seguiremos en nuestro análisis la obra de Gregorio Sánchez Romero, «Revolución y Reacción en el Noroeste de la Región de Murcia (1808-1833)», págs. 68 a 72, quien a su vez analiza los datos del Interrogatorio fiscal de 1803 y el Catastro de 1819.

Según este autor los pueblos del noroeste vieron aumentada la superficie de tierras abiertas a costa del terreno montuoso en un 9% sobre los datos ofrecidos por el Catastro de Ensenada en 1755 (pág. 69, para el caso de Caravaca entre el Catastro de 1755 y el de 1819, cuyos datos se se extrapolan en procentaje al resto de pueblos de la comarca).

Para el caso de Bullas, ya en 1803, se decía en respuesta al Interrogatorio fiscal que apenas queaban como susceptibles de roturación unas quince a vente fanegas de tierra, que además eran consideradas como inútiles –Respuesta 31 al Interrogatorio sobre cultivos de tierras y Respuesta 1 al Interrogatorio político-, si bien en otros tiempos se habían roturado algunas tierras, por los dueños de las haciendas o sus labradores «ensanchándolas y redundando el provecho en los particulares, de lo que no hay memoria ni se puede saber la cantidad de las aumentadas» – Respuesta 13 del Interrogatorio político.

En Cieza y Calasparra, a partir de la Real Provisión de 1765 para la ampliación de cultivar  y abrir tierras montuosas sin que lo impidiesen los justicias de Ziezar y Calasparra. En Madrid, a 13 de junio de 1765 que se dicta en favor de diversos labradores, se posibilitó la realización de roturaciones sobre tierras particulares y con destino a fomentar nuevos sembrados.

También queda constancia de las roturaciones realizadas a finales del siglo XVIII en las respuestas al Interrogatorio de 1803 que se dan por el pueblo de Cehegín. Así se afirma que «en ninguna época de las inmediatas ha estado el pueblo más adelantado en la cultura, antes por el contrario en éstos últimos años se han abierto y beneficiado tierras incultas, plantado arbolados, extendido y facilitado los riegos» -Respuesta 9 al Interrogatorio político. En este municipio, gracias a la abundancia de agua y al incremento poblacional, observamos un aumento significativo del regadío en el período comprendido entre 1755 y 1851, del que se beneficiará el cultivo de vid en regadío característico de la localidad.

En Moratalla también encontramos un aumento de la tierra cultivable en la segunda mital del siglo XVIII constatable en las respuestas al Interrogatorio de 1803, a pesar de que en las mismas se diga que todavía quedan unas 29.000 fanegas susceptibles de roturación para su cultivo. En este sentido, Madoz destaca -y exagera- en su Diccionario de 1848 -pág. 590- que entre la segunda mitad del siglo XVIII y mediados del XIX se había roturado gran parte de sus dos terceras partes del territorio que antes ocupaban el monte.

Quedan fuera de este análisis el resto de pueblos que componen nuestro concepto del Noroeste -y que para nosotros coincide con la extensión de la D.O. Bullas- ya que Mula, Pliego, Lorca, Cieza y Totana no figuran en el concepto comarcal de Gregorio Sánchez Romero.

 

 

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